martes, 28 de abril de 2015

"Esto era un juego de niños. No vencería de modo tan sencillo y barato al enemigo, al enemigo que habita en mi interior. No se trataba de vengarme del holandes, solo se trataba de adoptar una actitud hacia el que fueses válida, positiva y digna de mi. Mi misión estaba muy clara: tenía que despojarme de mi estúpido odio, tenía que sentir afecto por el holandes. Entonces ya podría ecupir y armar un estruendo; yo sería superior a el, gozaría de inmunidad. Si lograba sentir afecto por él, toda su salud y vitalidad no le serviría de nada, me pertenecería, su imagen ya no se resistiría a la idea de unidad.

(...)

Empecé representándome la figura del temido sujeto con la mayor claridad posible, hasta que no faltó ni una mano, ni un dedo de la mano, ni un zapato, ni una ceja, ni una arruga de la mejilla, hasta que lo vi delante de mi en todos sus detalles, hasta que lo poseí totalmente en mi interior y pude hacerlo andar, sentarse, reir y dormir. Me lo representé lavándose los dientes por la mañana y durmiéndose sobre la almohada por la noche, vi el cansancio de sus parpados, vi el relajamiento del cuello y el sueve desmayo de la cabeza. Lograrlo requirió una hora larga, pero con ello había ganado mucho. Amar algo significa para el poeta aceptarlo en su fantasía, calentarlo y mimarlo, jugar con ello, introducirlo en la propia alma y animarlo con el propio aliento. Esto hice yo con mi enemigo, hasta que me perteneció y se introdujo en mi."

Hesse, "En el balneario"

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